Noticias

Venimos a trabajar

Los años corren y vuelan y, con ellos, Asturias va perdiendo cada vez más habitantes. En 1981, nuestra región alcanzó su punto máximo de esplendor con 1.129.556 personas empadronadas entre nuestras fronteras. Actualmente, la realidad contrasta con aquellos tiempos de bonanza, pues son solo 1.008.897 los que quedan -quedamos- afincados en el Principado. Eso quiere decir que, en los últimos cuarenta años, Asturias perdió el 10,68% de su población. La cifra asusta, pero los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística arrojan algo de luz a esta debacle. El Principado ganó en el último año 91 vecinos, gracias a los movimientos migratorios exteriores, y 532, gracias a los procedentes de otras comunidades autónomas.

El continente de donde más inmigrantes recibimos es el nuestro, Europa, con un total de 16.768, seguido muy de cerca por América del Sur (14.315), África (6.135), América Central y Caribe (4.322), Asia (2.630), América del Norte (1.038) y, por último, Oceanía, de donde solo proceden cincuenta de nuestros habitantes. En total, 45.455 personas que nacieron lejos de España tienen su presente aquí y, en la mayoría de los casos, también su futuro.

Sus historias son muy diferentes y, por lo general, esconden más espinas que rosas, ya que ellos dejaron atrás su casa, en busca de una vida mejor y de las oportunidades que, desgraciadamente, sus países les negaban. Precisamente, la ausencia de ellas fue la que los empujó a poner tierra y mar de por medio y también a, una vez llegados al destino, no olvidarse de sus sueños, aunque muchas veces los vientos les soplaran en contra, dándoles más ganas de desertar que de seguir hacia delante.

Elías Lugo tenía una vida cómoda en Venezuela, donde era comentarista de béisbol, hasta que la situación política de su país se enrareció y se sintió empujado a «escapar» en el año 2003. «Vine con mi esposa y con mis niños porque sabía la que se avecinaba y me adelanté a los acontecimientos», recuerda. Él aquí llegó ya con una oferta de empleo para trabajar como instructor de béisbol y, a partir de ahí, encadenó numerosos cargos relacionados con ese deporte y otros que poco o nada tenían que ver. «No todo ha sido una maravilla. Hubo un tiempo en el que me tuve que ir a Madrid a pegar mármoles porque, cuando tienes el compromiso de una familia, tienes que producir sí o sí», explica. «Desde que llegamos, todo ha sido trabajar, nunca hemos sido una carga para el Estado», reivindica, orgulloso de sus esfuerzos. Hace esa aclaración a pesar de que él nunca sintió ni un ápice de racismo en nuestra región. «Cuando vuelvo a mi nación y me preguntan por la xenofobia, siempre les digo que esa es una palabra que ni siquiera tengo en mi vocabulario».

Lo mismo piensa su paisano Douglas Mago, tesorero de la Asociación Venezolano Asturiana de Oviedo, quien lleva cinco años en España, primero en Sevilla y, después, aquí en Asturias. «Me ofrecieron venir para desempeñar un trabajo en un centro de estudios, adscrito al servicio de empleo, en el que ofrecemos formación para parados», cuenta. Él también dejó su país «forzado a emigrar, por razones políticas» y, ya entonces, supo que no volvería a su hogar. Por eso, quiso formar parte de este colectivo de venezolanos. «Me di cuenta de que nuestros hijos estaban creciendo sabiendo muy poco de nuestra cultura», cuenta. «Inicialmente, éramos seis personas y organizamos una degustación de arepas, en la que ya nos encontramos con medio centenar de compatriotas», rememora. Eso ocurrió porque «cada vez vienen más venezolanos a Asturias». De hecho, en su asociación, ya son 140 socios. «Antes nos conocíamos todos y ahora, sin embargo, en cada paso de cebra vemos dos o tres de nuestro país», asegura.

Lo mismo ocurre con los cubanos como Vicente Machado, quien, en junio de 2019, llegó a España y empezó su vida en Palma de Mallorca, de donde se fue en agosto de 2021 para instalarse ya definitivamente en Oviedo. «Soy cantautor y allí trabajaba de manera estable, igual que mi esposa, que era profesora de inglés», cuenta. Ellos emigraron «en busca de nuevos caminos que nos pudieran dar una mejor economía y un mejor desarrollo financiero», aclara. «Desde que llegamos, hemos estado trabajando, atendiendo ancianos», añade.

Machado, además, es vicepresidente de la Asociación 100x100 cubano, que cuenta con alrededor de 240 miembros. «Nos dedicamos al rescate de nuestra cultura porque cada vez están llegando más cubanos a Asturias y, aparte, nosotros los motivamos a que vengan porque esta región es muy parecida a nuestra nación», señala.

Esas similitudes culturales no las encuentran, sin embargo, los inmigrantes procedentes de África. A ellos les toca lidiar con un lugar muy distinto a lo que conocían hasta entonces y, con un idioma, en la mayoría de los casos, totalmente ajeno. Para paliar estas diferencias, la Asociación de Mujeres Africanas de Asturias ayuda a las recién llegadas y a quienes ya llevan aquí una temporada a integrarse. «Nacimos para cubrir las necesidades femeninas», explica su fundadora, Aminata Keita. «Para ellas, es muy complicado aprender el idioma porque apenas salen de casa y no tienen tiempo para ir a estudiar», señala. «Encontrar trabajo es muy difícil si no sabes español y, además, hay muchas que llegan sin ni siquiera saber leer ni escribir», dice. En la otra cara de la moneda, están las que emigran con estudios «y tardan mucho en homologarlos o ni siquiera pueden hacerlo», apunta.

Este colectivo de mujeres que, actualmente, se reúne en el Conseyu de la Mocedá, echa en falta tener un local propio que les permita desarrollar con más asiduidad sus actividades. «Nos vendría genial para, por ejemplo, repartir alimentos y para mostrar a la gente nuestra cultura», cuentan. «Además, podríamos organizar actividades con los niños porque, cuando llegan las vacaciones escolares, es muy difícil para muchas mujeres conciliar a sus hijos con la vida laboral», prosiguen. «Hay un buen número de ellas que quieren trabajar, pero que no pueden hacerlo por ese motivo», concluyen.

Junto a esta organización, hay otras muchas de ayuda a los inmigrantes como Manos Extendidas, que nació en los años ochenta, y, desde ese momento, «se ha ido adaptando cada año a las necesidades de la sociedad y, por eso, ahora se dirige, principalmente, a la inmigración», cuenta su coordinadora, Ana Sánchez. «Últimamente, en estos tiempos de pandemia, casi todas las entradas que hay son de Latinoamérica, pero está claro que las llegadas a nuestro país son una tendencia ascendente», relata.

Ella sabe que los principales problemas a los que se enfrentan al llegar aquí son laborales y administrativos. «El acceso al trabajo es muy complicado y conseguir los papeles, también, porque tienen que demostrar que llevan tres años en España y te piden un contrato de un año», explica.

Donde suelen encontrar trabajo los recién llegados es en la hostelería, en el servicio doméstico y en la ganadería. «Son trabajos muy duros y tanto en domicilios como en ganadería suelen estar internos», relata. «Son trabajos que, una vez te arraigas, ya no desempeñas porque son para gente que está aquí sola», añade. Y eso que la covid ha aumentado el desempleo en el sector doméstico. «Estando todo el día la gente en casa, no necesitaban contratar a alguien externo para que los ayude», lo aclara.

Sánchez asegura que la mayoría de los inmigrantes vienen con la idea de que esta sea solo una etapa en su vida, «pero no les suele salir bien. Una vez que llevas tiempo aquí, eres mitad de cada sitio y, si tuviste hijos, ya están integrados y están todos arraigados en Asturias», explica.

Ella cree que, en nuestra sociedad, no hay un racismo «a la cara», pero asume que sí que perviven muchas conductas sutiles que dejan ver cierta xenofobia. «Existe aún ese racismo sutil de ´yo no soy racista, pero...´», dice. «Lo mismo que ocurre con el machismo», añade.

A todas estas situaciones se enfrentan los que entran en nuestro país y en nuestra región, pero lo hacen sin lamentos, con la valentía que ya tienen instalada en el pecho, desde que hicieron las maletas. «Al que ya se aventuró a salir ya no le importa cambiar de sitio porque lleva a la espalda una mochila muy pesada, así que no tienen ya ningún miedo de buscar dónde les va a ir mejor», señala Rosa Tania Vela, al frente de la Asociación Internacional Sociocultural y deportiva del Principado de Asturias.

Esta ecuatoriana se encarga de «orientar, dar apoyo e informar de sus derechos y obligaciones» a los extranjeros que llegan a Asturias. «Muchos llegan porque aquí tienen apoyo de gente de su propia nacionalidad», asegura. «Principalmente, son de Venezuela, Colombia, Centroamérica y, ahora, otra vez, están volviendo a venir dominicanos», enumera.

Esta profesional, igualmente, no hace mucho caso a las cifras oficiales porque sabe, de primera mano, que son muchos los que no figuran dentro de ellas. «Hay mucha gente que vive en casas, pero sin estar empadronada. Es exactamente igual que los españoles que cambian de comunidad autónoma, pero siguen viviendo oficialmente en la misma», ejemplifica.

Lo que Vela tiene claro es que quienes vienen aquí lo hacen con la intención de trabajar y de contribuir a la economía del país, nunca vienen para quedarse de brazos cruzados. «Las personas que se establecen en Gijón dejan dinero en Gijón porque te aseguro que no se van a comprar a otra ciudad», señala. No solo eso, sino que muchos vienen dispuestos a emprender negocios que generen riqueza para Asturias. «Traen dinero para invertir y son gente preparada que se arriesga a iniciar un proyecto aquí y apostar por él», explica, orgullosa de la lucha de los más de 45.000 inmigrantes que vinieron a Asturias, a labrarse el futuro que la vida les negaba en su país.

Fuente

Diseño web :: ticmedia.es