No nos podíamos imaginar la situación en la que estamos. Parece un sueño, más bien una pesadilla. Los estados de ánimo van cambiando y se van entremezclando con el paso de los días: shock, negación, tristeza, incertidumbre, aceptación. Y el miedo como constante, en muchos casos.
Jueves 12 de marzo. La prensa empieza a publicar noticias sobre las importantes afectaciones del coronavirus en España. Un virus que muchos comparan con una gripe y del que se intenta, en un primer momento, minimizar las consecuencias de su contagio. Rápido, un contagio muy rápido, como ya se pudo ver en los dos países que estaban a la cabeza en el número de casos, China e Italia.
Martes 24 de marzo. El Gobierno solicita la autorización de la prórroga de las medidas adoptadas 15 días más de lo previsto inicialmente.
Los medios de comunicación van anunciando cada día el estado de los contagios, de las altas, y de las muertes. Entre tanto, las redes se van llenando de bulos y rumores. Surgen miles de argumentos de profesionales de la sanidad y consejos que al poco tiempo se desmienten. Por su parte, el humor ha sido uno de los protagonistas de esta crisis: videos, memes y carteles ingeniosos dibujan unas risas que alivian la tensión por momentos, pero que en ocasiones producen incluso una sensación de culpabilidad, por la seriedad del tema.
Y es que la Covid19 es un virus que nos ha sobrepasado a todos, que nos ha hecho entender la necesidad de cuidarnos los unos a los otros, preservando siempre la propia salud para poder atender a los demás, para no contagiarnos entre nosotros, para no colapsar el sistema sanitario y que puedan ser atendidas aquellas personas que más lo necesitan.
Pero las víctimas de este virus no son solo aquellas que dan positivo en los tan demandados test: todos y todas estamos siendo víctimas de una situación de confinamiento, de una limitación de la libertad de movimiento, que, según la situación de cada persona, puede tener unas consecuencias u otras. Los profesionales de la psicología hablan de cómo las diferentes personalidades hacen frente al mismo problema. Una misma casuística, un mismo virus al que combatir, pero con situaciones muy diversas en cada casa, algunas de ellas muy duras.
El coronavirus (o “el bicho”, como lo han bautizado algunos) ha puesto de relieve la necesidad de cuidar a los más vulnerables. Y aquí se ha hecho necesario re pensar quiénes son esas personas débiles e indefensas, aparte de los mayores, a quienes priorizamos. Recordamos a las personas sin techo, a las personas que trabajan en el mercado informal, a aquellas que padecen una diversidad funcional (física y/o psicológica), a los niños sin padres, a las víctimas de violencia de género, a los presos, a los refugiados, a los ancianos sin familias, a las personas enfermas.
Y los migrantes, especialmente aquellos en situación de irregularidad administrativa. Una parte de este colectivo ha sentido miedo a ser detenido por las fuerzas de seguridad debido a su situación jurídica de ilegalidad y, por ello, han decidido quedarse en casa, sin salir siquiera a hacer la compra para cubrir las necesidades básicas.
El miércoles 18 de marzo, España cierra sus fronteras permitiendo la entrada únicamente a nacionales y residentes. En consecuencia, en Barcelona se cierra el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), al no poder deportar a los internos.
Por otro lado, los trámites administrativos se paralizan en general, también aquellos que tienen que ver con la gestión de la documentación de migrantes y solicitantes de asilo. Solicitudes de arraigo, renovaciones, reagrupaciones familiares, nacionalizaciones, solicitudes de asilo, entre otros tantos.
Empiezan a correr por las redes ofertas de trabajo para personas extranjeras. Para quienes están en situación irregular —sin autorización de residencia ni trabajo— que al poco se desmienten. Para los sanitarios extranjeros que sí están en situación regular, el Gobierno anuncia la concesión de un permiso de trabajo “exprés”. Entre tanto, los trabajadores ambulantes, comúnmente conocidos como manteros, se organizan en Cataluña para producir mascarillas y batas, iniciativa solidaria que se suma al "banco de alimentos manteros" que ha entregado ya alimentos y productos de primera necesidad a más de 150 familias vulnerables.
Especial interés tiene la situación de aquellas personas extranjeras con experiencia en el ámbito sanitario que no han podido homologar su título y no pueden ejercer en un momento como el actual, en el que hay tanta falta de personal sanitario. No obstante, al menos 200 médicos de este colectivo ahora saben que sí podrán ejercer y apoyar la lucha contra la infección, tal y como anunció Sanidad el pasado 25 de marzo.
Respecto a los menores que han migrado solos, siguen en los centros, supliendo las dinámicas que habitualmente hacen en el exterior con actividades varias que les ofrecen sus educadores, sus referentes, sus puntos de apoyo. A estos jóvenes se les añade la carga de gestionar la ansiedad de sus familiares, que desde los países de origen sufren por la salud de sus hijos.
Aparecen quejas de cuidadoras migrantes que relatan estar siendo explotadas en esta situación de confinamiento por quienes las tienen contratadas, de manera ilegal en muchas ocasiones.
Y en medio del huracán, llega el Día contra el Racismo, el 21 de marzo. Una de las primeras reacciones que supuso la llegada de este virus fue, justamente, un recelo contra cualquier persona asiática, posible portadora del virus. Pánico en las escuelas con niños de origen asiático, rechazo disimulado en el transporte público al ver a una persona con los rasgos marcados, alejamiento en las calles frente a vecinos provenientes del continente asiático. Frente a estas y otras actitudes xenófobas que se han venido manifestado (el pueblo gitano también las ha sufrido) entidades y personas a título individual han celebrado por todo lo alto el Día contra el Racismo, haciendo uso de las tecnologías para hacer llegar mensajes antirracistas a todos los rincones del planeta.
También han surgido reacciones de quienes han puesto en el punto de mira la diversidad de nuestra sociedad: se han lanzado mensajes en una gran cantidad de diferentes idiomas —tanto en texto como en audio— dirigidos a nuestros vecinos africanos, pakistaníes, hindús, portugueses, poloneses, rumanos, filipinos, chinos…
Si algo nos puede enseñar este virus, que no entiende de idiomas ni de pasaportes, es que ahora es más importante que nunca permanecer unidos y darnos apoyo mutuo, pensar en las personas más vulnerables, y que nuestra sociedad salga de esta crisis fortalecida, más cohesionada, más sensibilizada de la necesidad de cuidarnos los unos a los otros, sin distinciones ni de clase social, ni de colores políticos, ni, por supuesto, de procedencia. Ahora, más que nunca, es realmente importante entender la ciudadanía en su sentido más amplio, y estar al lado de quienes más lo necesitan.