Avilés logró el año pasado, en su lucha particular contra el invierno demográfico, una ligera recuperación de población en su padrón, con un incremento de 343 habitantes, para alcanzar 77.217. Este saldo positivo se explica por el empadronamiento de 294 personas procedentes de otros países. Sus lugares de origen fueron fundamentalmente países sudamericanos: Venezuela, Colombia y Perú. Se trata de población joven y mayoritariamente personas en edad de trabajar, entre 31 y 64 años. Los expertos alertan de que se trata de inmigrantes laborales que llegan mediante lo que se conoce como “efecto red”: familias que vienen atraídas por la comunidad de su mismo país que ya está establecida.
La población extranjera mayoritaria empadronada en Avilés procede de Rumanía, Marruecos, Colombia, Venezuela, Portugal, República Dominicana, Senegal, Perú, Cuba, Paraguay y China. Junto a los de otras nacionalidades representan algo más del 5% del total de los habitantes del municipio.
Rodolfo Gutiérrez, doctor en Sociología y catedrático en la Universidad de Oviedo, señala que el número de personas llegadas a Avilés en 2020 es “llamativo, porque es un volumen que se aleja de lo general”. La migración se recuperó en España en el segundo semestre de 2020 y en el primer trimestre de 2021, pero básicamente eran personas procedentes de Reino Unido, Francia y Alemania.
El caso de Avilés es distinto. “Se trata de inmigrantes laborales. Familias completas que llegan atraídas por el efecto red, porque ya hay una comunidad asentada y acceden en Avilés empleos para los que es difícil encontrar personal para quedarse en un paliativo temporal. Es el mismo efecto que ya se está viviendo en el resto de Europa.
El sociólogo avilesino Arsenio Valbuena señala que, si bien el incremento de personas inmigrantes a Avilés es llamativo en los últimos años, “nos estamos incorporando tarde a una tendencia netamente europea: la de garantizar la estabilización demográfica a base de llegada de inmigración. Es una tendencia en la que ahora también está Asturias”. Añade este especialista que esta inmigración es básicamente de personas que huyen de conflictos y de la pobreza, en busca de un empleo y un futuro mejor que el que encuentran en sus países de origen. Aunque en comparación con otros destinos, “hay que tener en cuenta que se está agotando la capacidad de incorporar a personas con perfiles no cualificados. Lo que supone no solo que puedan dejar de llegar, sino que se pueden ir”.
El futuro debe pasar por la llegada al municipio de personal con cualificación media y alta, que es el que pueden atraer las multinacionales y las empresas de la comarca que se han internacionalizado. “Este proceso con el tiempo irá a más porque es la tendencia europea y las compañías necesitan hallar profesionales cualificados que aquí no encuentran, y que están relacionados con la tecnología y la digitalización hacia la que se avanza rápidamente”.