Lo previsible es que en los próximos años veamos en España un efecto muy similar al de 2008, una caída dramática y acelerada de las llegadas a nuestro país. Los inmigrantes saben que no van a tener oportunidades de trabajar aquí. Quizás no veamos un retorno de muchos inmigrantes a sus países, como vimos en 2008, porque sus países de origen en América estarán peor. Muchos apretarán los dientes y se quedarán aquí.
Pero hay más argumentos que también se desmontan en su informe, ¿cuáles?
Sí. Otro argumento contrario a la regularización es que estamos dando la oportunidad de quedarse a los que vienen de forma ilegal cuando los que sí cumplen las normas no tiene esa oportunidad. Sería un ´ponerse a la cola´. Y yo estaría de acuerdo con ese argumento si existiese una cola. La realidad es que no existe, nuestro sistema está tan obsesionado con detener flujos que cualquier trabajador que quiera venir no tiene la posibilidad de hacerlo legalmente pidiendo un permiso en origen. Sobre el papel sí, pero en la práctica, los obstáculos a la migración legal son tan monumentales, tanto para los que vienen como para los empresarios que quieran contratarlos, que lo que hacemos es dar carta de naturaleza a una consecuencia natural del sistema. Reformemos el sistema para que la gente pueda venir de manera legal y entonces sí podremos argumentar que son necesarios mecanismos de control firme para que la gente respete la cola.
La pandemia ha visibilizado que, sin los migrantes, una parte de la economía se va a pique. ¿Qué lecciones deben extraerse de aquí? Podría pensarse que también se mantiene este sistema de exclusión porque hay un sector minoritario de la economía, empresas y empresarios españoles, que sacan mucho beneficio de que esto siga así.
Absolutamente. Esto es un problema en todos los países europeos. La realidad es que, en términos generales, pero ahora en la pandemia se ha visto más claro, los inmigrantes cumplen una función en la sociedad insustituible. Si los retirásemos de la ecuación económica, la economía sencillamente se caería. Hacen un papel fundamental en puestos de baja cualificación, como la recogida de fruta y verdura, en transporte de productos a las casas, en los cuidados, desde los básicos a niños hasta con más formación cuando atienden a las personas dependientes, incluso en el sector sanitario.
En todo el abanico de capacidades, desde la más baja a la más alta, tienes la contribución esencial de los inmigrantes. Este debate se ha abierto en todos los países europeos. Ha sido muy interesante ver a Boris Johnson al salir de la UCI darle la gracias a una enfermera y un médico de nueva Zelanda y de Portugal. Vio que los inmigrantes eran fundamentales para sostener la sanidad pública británica. Algo similar ocurre en España. Los inmigrantes son fundamentales ahora y serán aún más en el futuro. La pirámide demográfica se estrecha por la base, el mercado de trabajo va a necesitar más trabajadores de los que puede aportar nuestra demografía. Lo que tenemos que hacer es planificar estratégicamente y de forma más inteligente, adaptar la movilidad de personas a las necesidades de nuestro mercado de trabajo.
¿Hay ejemplos actuales y positivos de esta adaptación que menciona?
Sí, lo que hace Alemania. Se llama partenariado global de capacidades. Alemania está atendiendo a las necesidades futuras de su mercado de trabajo formando a enfermeros en sus países de origen que irán después a Alemania, pero también a muchos que se van a quedar en los países de origen. Esto evita la llamada fuga de cerebros que descapitaliza las necesidades esenciales en los países de origen.
Y hacen algo más: logran que los empresarios que se van a beneficiar de estos futuros trabajadores sean los que paguen la formación de esas personas en origen. Es una cuadratura del círculo, algo innovador, interesante, porque todo el mundo sale beneficiado, impacta en el desarrollo de los países de origen y de destino. Eso es lo que debemos hacer nosotros. La regularización debe ser solo la fase cero de un programa de reforma del modelo mucho más ambicioso para no tener que hacer otra regularización masiva dentro de 15 años. Necesitamos un sistema seguro, predecible, con todas las garantías, que no perjudique a los trabajadores que ya están aquí, que genere riqueza y progreso para todos y en un marco de derechos. Y eso se puede hacer.
Parecía que el ministro Escrivá tenía esta óptica. Habló de adecuar los flujos migratorios a las necesidades del mercado de trabajo, pero la pandemia lo ha frenado. ¿Por qué este parón en las buenas intenciones?
Francamente, no lo sé. Lo que dijo sonaba muy bien, tenía la intuición y el plan adecuado. Lo había estudiado mucho antes, cuando estaba al frente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIDEF), había previsto necesidades del mercado laboral en el futuro, que necesitábamos muchos más inmigrantes de los que ahora tenemos. Ese discurso sigue formando parte del programa de legislatura. La covid no ha hecho más que justificar la necesidad de una reforma del sistema migratorio.
¿Por qué cree que la pandemia es una buena ocasión de acometer estos cambios?
Es una oportunidad única porque ahora tenemos unas fronteras silenciosas, sin presión migratoria fuerte que impida prever a largo plazo. Hay margen de maniobra para probar el cambio con los migrantes que ya están aquí. Y la sociedad española en conjunto se ha dado cuenta de la enorme aportación que los inmigrantes hacen a la economía, a nuestra salud y a nuestra seguridad epidemiológica. Es el momento adecuado para plantear este debate.
Parece que, para estos cambios, solo se puede contar con gobiernos progresistas. Sin embargo, usted defiende que la reforma migratoria se ganará desde el centro político.
No es un debate que se pueda plantear solo por parte de la izquierda ni de quienes, como yo, llevamos años en el activismo a favor de la inmigración. Es un debate que interesa al conjunto de la sociedad. Combina valores e intereses que afectan a un espectro ideológico amplio, desde empresarios a trabajadores y a quien quiera hacer frente la covid en el futuro de una forma más inteligente. También apela a la Iglesia, incluso el Vaticano hace una llamada a la regularización.
Nadie, ningún partido ni grupo social debería apropiarse de esta medida que debe ser del conjunto de la sociedad. Con una ventaja añadida que no hemos visto antes; son las propias organizaciones de migrantes las que han puesto en marcha este debate. Con una perspectiva más de derechos, como es lógico, pero es histórico en nuestro país. Por primera vez ellos impulsan esta idea, y los que nos sumamos a su propuesta tenemos que hacer un llamado también al centro y al centro derecha, a empresarios, a grupos con mirada más amplia que los grupos activistas que tradicionalmente han estado ahí. El debate solo se ganará por esa vía.
¿No es un poco triste que solo se pueda ganar este debate desde un punto de vista económico? ¿Puede que nos falte cultura, como sociedad, en cuanto a lo que significan los flujos de personas que se mueven?
La sociedad es diversa. Cualquier derecho fundamental de nuestro estado del bienestar tiene una perspectiva ética y otra práctica, y cada uno entra por una puerta diferente. Lo importante es que haya un consenso social que considere la diversidad de valores e intereses que aglutina este debate. Es lo que se llama pacto de Estado.En el Estado somos muchos y llegamos de maneras diferentes. A mí se me puede reprochar que mi discurso es utilitarista y economicista. No es que yo discrepe con quien los plantea desde la perspectiva de derechos. Al contrario, ese es mi punto de vista. Pero creo que es un debate más amplio y debemos incorporar a gente que se siente interpelada por una perspectiva más práctica, que también existe. No engañamos nadie cuando decimos que integrar es lo más justo y también lo más inteligente.
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